LA TAUROMAQUIA EN LA CERAMICA DE PICASSO

LA TAUROMAQUIA EN LA CERAMICA DE PICASSO

Como una alegoría del amor y la muerte vivió Picasso el tema de los toros como una singular obsesión donde plasmaba sus miedos, sus anhelos y sus fantasías que pululaban por su vitalidad como hombre y en su inabarcable imaginación como artista. Un origen que puede encontrarse en su màs temprana niñez cuando, en Málaga, de la mano de su padre, José Ruiz -vasco de nacimiento, pintor y profesor de dibujo- acudìa a la Plaza de Toros de La Malagueta a disfrutar de las faenas, entre otros, de los legendarios Mazzantini y Lagartijo.

Numerosas escenas taurinas están presentes en sus primeros dibujos que no son sino recuerdos de sus visitas a La Malagueta y que permanecieron fijadas en su retina a lo largo de toda su vida . Un ejemplo es la dramàtica visión de los caballos destrozados por las cornadas. Motivo reproducido y reinterpretado en mùltiples obras y que culmina su presencia en el famoso “Guernica” (1937).

Para el pintor Antonio Saura “del enfrentamiento del toro con el caballo es el resultado que motiva, de ese terrible encuentro,una investigaón pictórica que nos ofrece la visión más trágica del acto amoroso”. Es también Saura quien afirma que “el punto culminante de la tauromaquia picassiana fue la obra pictórica realizada entre 1933-34”, años que su pasión por los toros lleva a Picasso a viajar a España y recorrer las principales plazas.

Según cuenta Andrè Malraux, Picasso afirmaba que “la vida de los españoles consiste en ir a misa por la mañana, a las toros por la tarde y al burdel por la noche.¿Cual es el elemento común?: La tristeza.”

Vestido de torero

El genial andaluz nunca dejó de asistir a las corridas, desde su Málaga natal, hasta a las últimas que acudió, ya en el exilio, en las francesas plazas de Nîmes o Arlès. Picasso ambién se ha vestido de torero, como Goya.Ha tenido amigos toreros, como Luis Miguel Dominguín. Y, por los toros, nació su amistad con Eugenio Arias, español , republicano y su barbero predilecto durante su residencia en Vallauris, en el Midi francés. Una amistad que se mantendría hasta la muerte del artista . Asistieron juntos a muchas corridas de toros y muchas fueron las vivencias y anécdotas que protagonizaron.

Plato pequeño con tema taurino. Museo d`Art Moderne. Ceret. [Francia]En el transcurso de una corrida que presenciaban los dos amigos, un picador le brindo la faena al pintor malagueño, lanzándole su sombrero. Picasso se lo devolvió con un dibujo que había improvisado durante el transcurso de la misma. Al finalizar la corrida le comentó el picador a Eugenio Arias que uno de los toreros que intervenían en la fiesta le había ofrecido, nada más y nada menos, que cincuenta duros por su sombrero. Arias le aconsejo que lo recuperara porque había hecho un mal negocio. Años más tarde, se volvieron a encontrar y el picador le agradeció efusivamente el consejo que le había dado, ya que gracias al sombrero había podido comprarse una casa.

La versatilidad del mundo taurino le permite a Picasso encauzar su caudal de energía creativa y su prodigioso talento como artista, expresando su más íntimo “alter ego”, que hay quien se atreve afirmar, que es el toro como traslación de la violencia, el sexo, el amor y la muerte. Una conceptualidad y una temática que se traduce en infinidad de pinturas, esculturas, dibujos, grabados y cerámicas, como testimonio más fehaciente de la fascinación que este genial creador del siglo XX sintió y expresó por nuestra Fiesta Nacional.

Cerámica y toros

Dos toros fueron también sus primeras obras cerámicas. Fué en 1946, en Vallauris, visitando una exposición de productos regionales, como distracción dominical , cuando tuvo su primer contacto y quedó seducido por el barro. Recorrió la exposición y, desde el principio, mostró su curiosidad por el trabajo de los talleres de alfarería que participaban, hasta que no pudo resistirse a la tentación de tan noble material realizando tres improvisadas piezas: un fauno y dos toros.

Así empezó la gran aventura de Pablo Ruiz Picasso con la cerámica. Se dedicó a ella por completo, convirtiéndose en una fecunda producción que le acompañó hasta su muerte, en 1973. Señala Georges Ramié, cuyo taller acogía la creatividad cerámica del pintor:” Y desde ese momento, gracias al prestigio de la obra que Picasso realizaría, la cerámica, considerada hasta entonces como un arte menor , empezó a conocer una primacía insospechada hasta ese momento y universalmente aceptada”.

Toro formado por elemntos torneados y ensamblados.Museo Picasso.Antibes.[Francia]La tauromaquia es, probablemente, la temática más extensa en la producción de platos de cerámica, aunque también esté presente en esculturas, piezas torneadas y ensambladas, azulejos, vasijas, placas, jarras, fuentes, baldosas o cuencos. Picasso plasma todas las suertes de la fiesta de los toros en las múltiples posibilidades que le ofrece el medio cerámico. Expresa en él, a través de su genial descripción de lo instántaneo, toda la emoción e intensidad de las corridas .

Bajo los auspicios del pintor, Vallauris también tuvo su plaza y sus temporadas. Cuenta Ramié que “el domingo, al caer la tarde, un cartel muy honorable anunciaba a veces a famosos toreros que habían ido a visitar al pintor y a rendirle homenaje. Entonces se asistía a un simulacro de corrida con la apariencia de una capea de pueblo, para mayor gozo de Picasso que, como es lógico, estaba en la presidencia. Novillos jóvenes eran lidiados tanto por los toreros invitados como por caballeros en plaza que lo hacían a la portuguesa, pero con rejón inofensivo…”

Soporte ideal

Representadas en multitud de soportes cerámicos , es en los platos ovalados donde mejor se puede apreciar la personal percepción picassiana de la fiesta nacional, en unas sugerentes perspectivas del interior de la plaza de toros en plena celebración de una corrida en el ruedo y repleta de público.

Baldosa exagonal con tema taurino.Museo de Cerámica de Barcelona.[España]Ante la copiosa presencia de escenas del mundo taurino en las cerámicas del artista malagueño, no sería de justicia hacer cualquier referencia a la tauromaquia picassiana sin tener en cuenta, aunque se haya producido con discontinuidad, la relevante atención que Picasso dedicó a este medio de expresión plástica y que le valió de soporte ideal en el cual plasmar su inagotable inspiración.

Como él decía el propio artista:”Yo no busco…, encuentro”. Y encontró , sin buscarlo, en el centenario taller de la familia Ramié el entorno ideal donde impregnar su inquietud artística de agua, aire y fuego, los tres elementos imprescindibles para transformar el barro en originales obras de arte, infinidad de ellas inspiradas en los toros.